Talabartería entre el cuero betas y monturas

En una calle empedrada, vecino de la comunidad Jesuita en Riobamba, aún encontramos a un talabartero, donde sus manos son la fuerza sumada al talento para mostrar que el cuero puede tener destinos maravillosos, entre monturas y estribos, para ser uti

Mientras en los museos del primer mundo, los suvenires se los cotiza más si son elaborados a mano, en nuestras ciudades, cada vez el trabajo artesanal tiende a desaparecer, el extranjero valida la paciencia de la confección a mano, nosotros por acá compramos productos similares producidos en serie y estamos felices.

En una calle empedrada, vecino de la comunidad Jesuita en Riobamba, aún encontramos a un talabartero, donde sus manos son la fuerza sumada al talento para mostrar que el cuero puede tener destinos maravillosos, entre monturas y estribos, para ser utilizados en el campo.

Si el millennial busca el pantalón de moda, el chagra y campesino cuida su zamarro por que le da identidad, le protege del frío y lo usa cuando monta a caballo, en la Talabartería San Jorge, están listos los de cuero o lana de borrego, más delgado el primero, mucho más grueso el segundo, con apliques y adornos personalizados.

Varias betas están listas para enlazar el ganado y algunos estribos que necesitan ser reparados son parte del trabajo del maestro, una máquina y una mesa amplia para cortar son determinantes en el espacio que luce con desorden, pero que él conoce donde está cada cosa.

Por acá se hace de todo, nuevas confecciones y reparación de viejas monturas o zamarros afectados por el tiempo, todo es trabajo y suma para la economía de la casa, están por allí algunas “obras” que no retiran algunos clientes.

Segundo Choto el hábil artesano explica que un buen caballo debe llevar el terno de riendas, el freno, aretranca, el pretado, la urupera, correas de sincha, estribos y pegón, elementos que destacarán en el trabajo del vaquero de la sierra central. Se trabaja en cuero de vaca, borrego y llama, antes se usaba incluso piel de vendado, pero ahora es prohibido por las autoridades señala el talabartero.

Destacan herraduras, herrajes y espuelas que brillan por el sol; correas viejas están entre otras nuevas e impecables listas para ser ajustadas en el caballo y en el vaquero; un sonido de martillo es parte del encanto de estos talleres admirados por los turistas, pero ignorados por los riobambeños.

Son negocios del siglo anterior, de La Riobambeñidad, que se resisten al paso del tiempo y la modernidad, donde el silencioso artesano sobrevive entre remaches, hilos, tijeras, cuchillas, chiara, lezna, pinzas, pica hielo, martillos y pegamento.

Siempre acompañado de música, empezando la jornada temprano como lo hace la gente responsable, esperando sea sábado de feria para que vengan “hacer gasto” y lucir su trabajo en el páramo, monte, hacienda o en el sigueinte "paseo del Chagra" talvés en la próxima conquista de la “Chagra Bonita” que será bella como este arte milenario de transformar en las manos el cuero que de pronto toma vida.

Fuente: Historias de la Riobambeñidad




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