Luz Luna: “las finales son para dormir, el jugo de sal para voler a vivir”
Servido donde Doña Luna, un local en el mercado La Merced, detrás de esta hueca, que tiene 65 años de atender a trasnochados y comensales, hay mucha historia que la forman cuatro generaciones.
Empezó la venta de comida Tomasa Paredes, luego vino su hija Mariana Arellano, le siguió la nieta Luz Luna, quien a su vez ha dado la posta del negocio a sus hijos, que siguen atendiendo en el mercado que ha sido una segunda casa para ellos.
Han visto durante todo este tiempo, varias intervenciones del mercado, desde una estructura de ladrillo bastante básica, hasta una versión más moderna como hoy lo tiene el mercado Mariano Borja como se llama en realidad, pero lo conocen más como La Merced y es un referente del turismo gastronómico de la ciudad por el hornado, por las tortillas, los jugos y el único de sal que ofrecen en este local.
Doña Luz Luna cuenta que desde los ocho años trabajó junto con su madre, siempre vendieron en el sector de La Merced, al inicio vendían tamales y empanadas de morocho en la salida de la misa de la iglesia, la venta era buena, el precio de esos bocadillos era de “dos reales” según recuerda.
Con su madre y su abuela conoció los secretos de la buena sazón, así como el trabajo sacrificado para poder tener un mejor futuro para ella y su familia, al haberse casado muy joven supo que debía seguir con el negocio de la comida.
Ella empezó a vender una bebida muy tradicional que se servía en los fines de semana en las casas de los riobambeños y era el ponche, que se lo preparaba con leche, canela, huevos y azúcar, poco a poco fue logrando tener una clientela segura que sabía que era el mejor desayuno al empezar el día.
“Mis primeros clientes eran los taxistas que habían pasado trabajando la velada y llegaban a pedir su ponche caliente, muchos venían comprando los palillos de la Vieneza y con eso complementaban su primer desayuno” dice Doña Luz.
Reconoce lo sacrificado del trabajo, con su esposo, Alberto Arellano, madrugaban a las tres de la mañana entre semana y a la una de la mañana los sábados, para empezar la preparación de la comida, cocinar la papa y aplastarla para tener listo para los tradicionales llapingachos que es otro plato típico que se sirve allí.
Los caldos de pata y yahuarlocro demandaban también un trabajo adicional en la preparación, el cocinado tomaba muchas horas y el amanecer del día les sorprendía con las cosas listas para empezar a vender muy temprano, siempre fue un trabajo colaborativo de familia, ella despachaba las empleadas servían y su esposo era el que cobraba.
“Mis hijos han trabajado conmigo desde pequeños era parte de nuestro día a día, el tema de la comida es bien sacrificado y laborioso, pero con ello he logrado mantenerles a mis hijos, darles la educación y el ejemplo del trabajo honrado”, refiere.
Recuerda con cariño a todos los clientes, en especial a los estudiantes de los colegios que venían a pedir platos más pequeños por su presupuesto, “Les vendía en papel de despacho las tortillas a alumnos que lograban salir en el recreo del colegio Salesiano, vino el padre Mensi a preguntarme cual era el secreto, para que busquen la puerta de salida compren y regresen a la escuela” dice.
Explica que el tradicional jugo de sal surgió luego de un pedido que le hiciera su esposo: “Pon un poco de jugo de la carne y un par de huevitos” fue la recomendación, “Yo le hice caso, freí los huevos en el tortero, los batí y llene el vaso con el jugo de carne, con un poco de limón que utilizó, oiga que cosa más rica que quedó” dice como imaginándose volver a servírselo, ella confirma además que es una buena cura para el chuchaqui, “La finalines son para dormir, mi jugo de sal es para volver a vivir”, dice entre risas.
Era muy amiga de Don Hugo Murillo de los tradicionales pickles y jugos que se han vendido en La Merced, luego de que pasó a una casa más funcional y dejara el kiosco en el que vendió muchos años, le ofreció para que lo adquiera y use Doña Luz.
“Lo trajimos con palos haciendo de rodillos para ponerlo en la fila de las comidas, pues él lo tenía en la sección de los jugos, lo compre en 45 sucres y lo tengo en mi casa, como un recuerdo especial, fue mi primer lugar de trabajo cubierto y más seguro” rememora.
Destaca en Hugo Murillo muchas cualidades, un caballero, buen vecino y amigo, además de gran trabajador, que tenía mucho ingenio, prueba de ello fue el aparato que mandó a confeccionar para brindar a los riobambeños los primeros sánduches calientes con sus deliciosos jugos y claro su receta de casa el jugo de guayaba y frutilla, una mezcla muy exquisita.
Sus clientes recuerdan también la rokola que era parte del local de Doña Luna, la compró en Quito, no recuerda el precio, pero fue a plazos, le dejaron instalada en su negocio y fue compañera ideal para los clientes y para ella, su esposo era el encargado de poner los discos con los temas de moda y mantener los éxitos musicales en discos de 45 revoluciones.
Son tres años que dejó de salir de forma permanente al negocio y es un tiempo que disfruta en familia, es una mujer sencilla que recibe el aprecio de clientes de toda la vida, de turistas que han escuchado de su buena sazón y preguntan por ella, no deja de sonreír, de compartir su espacio de trabajo y sobre todo de ser parte de la Riobambeñidad.
Las Anecdotas:
- Confiesa que el secreto de unos buenos tamales es prepararlos con manteca de chancho, estos bocaditos y sus empanadas de morocho lo han degustado presidentes como: Velasco Ibarra, Ponce Enríquez, Jaime Roldós Aguilera, Rodrigo Borja y otros.
- Tienes tres hijos: Roberto, Patricio y Luis Alfredo, éste último es quien ahora está encargado del negocio y el tradicional local. Aunque aseguró que no contará los secretos de su cocina, explicó que para un buen llapingacho nada mejor que la papa chola.
- Varios medios de comunicación han registrado su trabajo y marca registrada del jugo de sal, la particular historia ha sido mostrada en prensa, radio y televisión local y nacional, en diferentes programas, su carisma ha sido parte fundamental en los trabajos periodísticos, tiene un álbum lleno de recortes y fotos de esos recuerdos.
- Con su esposo viajó y mucho, su primer destino fue Galápagos “Compré los boletos en la Agencia de Viajes del Sr. Sancho y volé en Ecuatoriana de Aviación, fue una experiencia nueva y linda yo estuve tranquila mi esposo era el nervioso”, indica. Viajó además a Europa donde cumplió un tour visitando algunas ciudades, recorrió en otra ocasión las capitales sudamericanas. “lo bailado y lo viajado es lo que uno se lleva” dice riendo.
- Nunca permitió excesos de clientes al tomar cerveza y sabía hasta cuando podía vender el producto y pedir que vayan a la casa, “Está bien Mamá Luchita, ya nos vamos Mamá Lunita me decían y se iban agradeciendo” recuerda.
- Agradeció la entrevista y haber podido contar parte de su historia y claro estar en un set de televisión le emocionó. “del gusto mijito no he de poder ni dormir” dijo al entrevistador.
Fuente: La Riobambeñidad
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