Marcelo Miller: su vida y oficio en blanco y negro
Era el año 1962 y Marcelo Miller vino con su familia desde Cuenca, pensaron radicarse acá pero sólo él terminó quedándose sus padres retornaron a su ciudad y él dejaba para siempre los estudios que inició en el Benigno Malo para terminar en colegio Pedro Vicente Maldonado y hacer de Riobamba la ciudad que le dio todo, una profesión, una esposa, una familia y el reconocimiento y cariño de una ciudad.
Foto Estudio Miller es parte también de las familias riobambeñas que en un alto porcentaje confiaron a éste fotógrafo el retrato de momentos especiales en casa así como fotos de los miembros de la familia, pero detrás de la historia de este negocio familiar existe momentos especiales de sacrificio, oportunidades y aprendizajes.
Su padre le obsequia su primera cámara fotográfica un equipo marca Boylander de origen alemán, Marcelo estudiaba en la sección nocturna de su colegio y trabajaba haciendo fotos a sus compañeros y vendiéndolos, con lo cual tenía un ingreso extra.
Los trabajos de revelado de sus rollos los hacía en el foto estudio de Don Alfonso Cabrera ubicado en la 10 de agosto entre García Moreno y España, algún día le invitó a trabajar, con él y su vida cambió.
Fue un década de aprender mucho, de estar cerca un buen fotógrafo y excelente ser humano un hombre que no era egoísta y le enseñó todo como un buen maestro, además allí conoció a Leticia que fue más tarde su esposa.
Las buenas oportunidades no se las puede dejar pasar y Marcelo Miller lo sabe un paisano suyo coronel de la Policía había puesto un estudio fotográfico en Quito con un extranjero como socios, que sin embargo decidió regresar a su país dejándolo en una situación incómoda.
Un día llegó al estudio donde trabajaba Marcelo y le ofreció todo el equipo que habían comprado para el fallido negocio para que trabaje en la fotografía y piense en independizarse y abrir su propio negocio, era una preciosa cámara Nikon F, con el juego de lentes y flash, además de las cubetas del cuarto oscuro para el revelado.
Los 1.000 sucres que tenía ahorrado no eran suficiente y un amigo personal Daniel Naveda le ofreció la ayuda necesaria, hizo un préstamo a su nombre en el Banco La Previsora con el compromiso que no le quede mal “Son esos gestos que no te olvidas nunca sacó el préstamos para seis meses y lo pagué en tres meses” recuerda Miller.
Su primer estudio fotográfico estuvo ubicado en la calle Espejo diagonal al Correo y empezó el desafío de trabajar independientemente, eran otros tiempo y la fotografía era en blanco y negro, lo cual implicaba conocer y manejar bien el proceso de revelado, los químicos y el revelador, dominar los tonos de blanco, gris y negro El tiempo de químicos y reactivos para dar las tonalidades Velocidades obturación no existía un programa informático para retocar las fotos como hoy, el proceso empezaba con hacer la toma, revelar el negativo y retocarlo, luego en la impresión se colocaba sobre la foto agua ras y goma arábiga, que permitía poder retocar el positivo el proceso de retoque podía durar entre tres o cuatro horas fácilmente.
“La fotografía en blanco y negro era más natural y podía a prueba la verdadera habilidad del fotógrafo, hacer fotografía definitivamente es un arte, está en el ojo y no en la cámara que se utiliza,” indica Miller.
Otro elemento importante en el trabajo fotográfico era el papel que se utilizaba y que por cierto también se lo debía conocer en sus diferentes tipos y utilidades, Miller explica que el papel fotográfico Agfa venia de Alemania y lo entregaba un distribuidor de Guayaquil a todo el país, después vino un material ingles marca Ilford y luego un de procedencia húngara denominado Oriental.
Luego vino la foto a color que sin duda llamaba más la atención pero el proceso de revelado terminaba siendo todo un proceso de sufrimiento para el fotógrafo pues se lo hacía en Estados Unidos y tardaba hasta un mes en regresar todo el trabajo. “Se mandaba a revelar los rollos a través del Sr. José Bota pues su hijo estaba radicado en New York y él allá los procesaba, confiábamos que las tomas hayan sido las correctas y esa espera siempre era en medio de preocupaciones sobre si se hizo bien el trabajo”, rememora.
Marcelo Miller terminó siendo el fotógrafo de las celebraciones de las más prestigiosas familias de la ciudad, entre ellas recuerda a los Merinos, Dávalos, Chiriboga, Didonato, Costáles, Codovéz entre otros. “Fue un placer y un honor estar en estas celebraciones y que te abran las puertas de sus casas, compartir con personas muy especiales y sus familias sin duda fue inolvidable”, refiere.
Las elecciones de Reina de Riobamba era otro espacio de trabajo dónde Marcelo mostraba su talento, fotografío a muchas de ellas y su trabajo está registrado en muchísimas soberanas que confiaron en su trabajo para dejar la foto oficial de su reinado en la Galería que se ubica en el Gobierno Autónomo Descentralizado del cantón Riobamba.
Miles de niños riobambeños que nacieron en la década de los años 70 fueron fotografiados sobre un caballo con resortes que tenía el estudio fotográfico Miller, además en sus primeras comuniones o confirmaciones el recuerdo fue una fotografía en blanco y negro con la ropa y los símbolos de la ceremonia que tenía impreso el nombre del ahijado y de los padrinos en el reverso el establecimiento educativo que lo formó y la fecha del acontecimiento todo esto como parte del servicios y la innovación que siempre tuvieron y ofrecieron al cliente.
Reconoce que trabajar con niños es muy paciencioso pues debes ver el mejor ángulo se debe tener mucho tino y paciencia lo inquieto de un pequeño puede demorar el trabajo dice que es más complejo, el primer caballo para ese tipo de fotos lo compraron en Guayaquil y luego de muchos años de usarlo tuvieron que comprar otro que por suerte lo encontraron en un almacén local y con las mismas características.
Ha trabajado con diferentes tipos de cámaras entre las que destacan una cámara japonesa marca Mamía para fotos de galería, es decir en estudio tomaba 16 fotos con el rollo 2/20 y 6/4 que eran las fotos para carné siempre solicitadas para temas de matrículas y cedulación. Compró en la década de los 80 una Cámara marca Hasselblad que costó en ese entonces 1.700 dólares “es el equivalente a tener un Rolls Royce”, explica Miller. Actualmente ocupa una cámara Nikon D3 es que junto con los lentes y accesorios supera fácilmente una inversión de diez mil dólares.
Sus fotografía no sólo son parte de los álbumes o porta retratos de los riobambeños sino también han podido estar en muchas publicaciones turísticas o de investigación histórica, de ellas destaca la edición denominada Chimborazo para el Mundo, un libro en español e inglés que tiene su registro fotográfico y fue producido por Efraín Romero.
La fotografía en esencia para Marcelo Miller va terminando con la presencia de los laboratorios que actualmente hacen todo el trabajo con máquinas sofisticadas, el remplazo de lo digital y la facilidad de acceso a dispositivos fotográficos. “Se murió el arte para el fotógrafo, por la facilidad de tomar una foto y el acceso a dispositivos móviles”, indica.
Pero más allá de ello, Foto Estudio Miller sigue innovando y caminando acorde a los avances de la fotografía y sobre todo siendo parte de la vida de los riobambeños y chimboracenses, que volverán al lugar para registrar un momento especial que un celular no podrá reproducirlo con la firma de Miller.
Lo dijo:
“Todo lo que tengo yo es gracias a Riobamba y a sus ciudadanos, a los amigos que siempre me apoyaron y aún comparto con ellos, todo eso más el trabajo de mi esposa, me permitió educar a mis hijos de quienes estoy muy orgulloso y me han dado unos nietos maravillosos”, Marcelo Miller
“ Las elecciones a Reina de Riobamba eran programas sobrios y elegantes ofrecía espectáculos con lo mejor del talento nacional e internacional de la época, dónde se esperaba escuchar con expectativa y en medio de un silencio absoluto, las exaltaciones de personajes como Luis Alberto Costales, Eudófilo Costales o Telesforo Pino, que con sus palabras emocionaban a todos los presentes”, Marcelo Miller.
Las anécdotas:
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Cuenta que hubo en Riobamba el fotógrafo Morales Dávalos que retocaban las fotos en las placas de vidrio y que no era raro que se rompa y se deba llamar al cliente de nuevo para tomar la foto, él trabajo en celuloide que al ser plástico era menos delicado.
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Tiene 45 años de matrimonio y dice que nada hubiese sido posible sin la presencia fundamental de su esposa Leticia en su domicilio cuenta con álbumes llenos de gráficas de sus cuatro hijos, tres hombres y una mujer que les han dado once nietos.
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Le gusta los pasillos de los hermanos Miño Naranjo del dúo Ayala Coronado y de los Hermanos Núñez.
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Su padre siempre les ayudó a construir coches de madera con rulimanes y es un recuerdo recurrente de su niñez, hoy juega con sus nietos y gusta de la práctica del tenis y sale a caminar todos los días con un buen grupo de amigos.
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Llegan padres de familia a su foto estudio pidiéndole les tome una fotografía a sus hijos en el mismo caballo que ellos se retrataron hace 25 años o más y con la misma ropa que la han podido conseguir.
Fuente: La Riobambeñidad
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